domingo, junio 21, 2009

Los Zapatos


Anteayer, después de mucho tiempo, resolví que ya era hora de cambiar mis desgastados zapatos, por lo que decidí comprarme unos nuevos. Entré en una zapatería y sin muchos regodeos adquirí un calzado que me pareció adecuado. Me los puse y me calzaron de inmediato, parecían que fuesen hechos a mi medida. Salí, entonces, de la tienda con mis nuevos zapatos. Eran estos una delicia, mis pies parecían no necesitar hacer esfuerzo para caminar. Y me encontré caminando mas rápido que de costumbre y noté que este hecho no me cansaba. Mi caminar era ligero, liviano y placentero. Por lo que, después del medio día y mientras me dirigía a una cita de mi trabajo, en la calle de Solano, caminando rápido y ensimismado, me sucedió algo extraño. Levanté la cabeza y no pude reconocer el lugar donde me encontraba, perturbado y sin comprender como llegué ahí me detuve. Mire los edificios tratando de reconocerlos y luego, para ubicarme, decidí acercarme al la esquina para ver el letrero con el nombre de las calles. Llegue allá y pude constatar que me encontraba dos calles mas alejado de donde debiera estar. Entonces decidí sin más cavilaciones corregir el problema y caminar a la calle Solano, pero, pronto me vi caminado en sentido opuesto. Extrañado de esto, decidí volver mis pasos hacia donde debiera, pero nuevamente me encontré caminado en sentido contrario.
Contrariado por este hecho y viendo que se me hacia tarde, encaminé, ahora decididamente mis pasos a la calle correcta, pero, mis pies no me obedecieron y me encontré doblando por la avenida, alejándome de la calle a donde iba. Extrañado por el hecho de que mis pies no me siguieran, decidí sentarme un rato para analizar el caso. Me acerqué a un escaño y me senté, pero, pude observar que mis pies se movían aunque yo no quisiera. Tal como si se mandasen solos.
Extrañado del hecho de que mis pies tuvieran voluntad propia, me quedé lo mas quieto posible y rigidicé mis piernas, pero, mis pies volvieron a moverse.
Me pareció como si la gente se volviera a mirarme y este hecho me avergonzó, y pensé que seria ridículo ver a un hombre de mi edad sin poder manejar sus pies. Así es que decidí, mantenerme en movimiento.
Por lo tanto, me deje llevar por los zapatos, toda la tarde estuve vagando. Ajeno a los problemas cotidianos, pude dedicar la tarde a la contemplación y al ocio. Miré las vidrieras de los almacenes, la gente que caminaba presurosa, las palomas de la plaza, el bus repleto de gente, la guardia de palacio… en fin.
Y así transcurrió el día, hasta que llegó la noche, y no sabiendo donde me encontraba, y ya sin poder detenerme, seguí caminando, y llegó la aterida mañana, y me vio el amanecer pasar caminado rápido hacia otra ciudad. Luego vino el sol del medio día y me vio llegar las ciudad de la costa, luego llegó la otra noche, hasta que, hambriento y con sed y ya sin poder contenerme, me encamino ahora directo al mar, y no sé si podré caminar sobre el agua, solo sé que camino sin ser yo el que dirige mi andar. Y voy sumido en el dilema de volver a mis responsabilidades, seguir sin rumbo, sentarme en una piedra del camino, o volver al mullido calor de mi cama y descansar.
De pronto. Una idea cruza por mi mente, ¿Qué pasaría si me quito los Zapatos? A duras penas y luchando por mantener quietas mis piernas, me tiendo en el suelo y levanto los pies para que estos no puedan mover mi cuerpo, y pataleando como un gigantesco insecto, logro asir uno de los zapatos y después de un arduo trabajo, al fin puedo quitarlo de mis pies, lo dejo a un lado y de inmediato acometo la tarea de sacarme el otro, el que parece adivinar mis intenciones y se mueve furibundo. Logro, después de infinitos esfuerzos sujetar el zapato y por fin, de un tirón me lo saco. Mis pies, entonces, antes tan ligeros, parecen ahora pesar unas toneladas, los dejo caer en el suelo y largo rato estoy ahí tirado tratando de recuperar mi aliento,
Los zapatos parecen mirarme y por un momento creo que me acometerán dándome unas zapateadas, pero no es así, ellos se quedan tal como están, sin vida, inmóviles, cuales trastos viejos,
Mientras tanto, ya un poco mas recuperado, me siento, y me pongo a cavilar, mis pies pesan demasiado, y medito qué camino seguir o que acción tomar, en eso estoy varias horas, hasta que, al fin, he tomado una decisión.
Vuelvo entonces a ponerme los zapatos, los que se muestran ansiosos de salir a caminar, ¿a dónde? No lo sé, solos se que debo caminar. Siempre he creído que la vida es un largo deambular, por lo que ¿Qué mejor que ir por la vida caminado con un cómodo calzado? Y me nace una interrogante ¿Al final, tendrá importancia el lugar donde lleguemos?