jueves, marzo 22, 2012

Cuando una relación termina


Hoy, alguien me dijo: no va más, debo seguir mi camino, el que no es el mismo tuyo, debo ser yo mismo alejado de ti, y mientras me lo decían sentí que una leve e incómoda sensación me recorría. Y pensé: todo lo que se inicia tiene un final. Es inevitable, nada es para siempre, ni la hierba es perenne, nada es cierto, sino que todo acaba, todo lo borra el tiempo, al final el maldito nos borrará a nosotros también.
En las relaciones personales, nada es eterno, ni la amistad, ni el amor, ni el odio, o la indiferencia, todo acaba, todo tiene un final, 

Lo triste, es esa sensación de abandono o inutilidad que nos embarga cuando alguien se va, y quedamos como  alguien  en la estación, solo, con su mano levantada en el adiós y el alma angustiada,  es una sensación que nos indica lo incapaces que somos para retener algunas cosas, o quizá sea que las cosas son como debieran, el hecho es que cada alejamiento nos hace sentirnos un poquito desgraciados, y un poco más solos, con esa sensación incomoda que da el hecho de sentir que ya no se tiene el imaginario sustento que daba ese que se va. Porque en todas las relaciones humanas, ya sean de amistad, de amor o de negocios, el hecho de tener a alguien junto a ti, hace que te sientas un poco más seguro y un poco acompañado. Por un tiempo sientes que es bueno transitar el mismo camino con alguien  que quiere o está obligado a compartirlo contigo.

Las relaciones entre las personas son complejas, nada es fácil, ¿que hace a uno estar al lado de otro?, es nuestra necesidad de complementación, es el hecho de sentir que esa otra persona tiene lo que a ti te falta, y quieres que comparta contigo. Al final, no es amor, no es amistad lo que mantiene a dos personas juntas, sino la conveniencia. Y cuando se considera que ya no es conveniente, cuando sientes que la relación ya no aporta lo que buscas, o ya el otro no te entrega lo que quieres, porque ya lo tienes o crees tenerlo en otro lugar o tienes la esperanza de encontrarlo. Entonces ha llegado la hora de apartarse, de romper los lazos y seguir tu propio camino. 

Por otro lado, como la relación es entre dos, no se considera en nuestra decisión los intereses del otro, quizá quien se queda halla tejido ilusiones con  el  hilo invisible de la relación,  y no sabemos que sentirá al  saber que todas las ilusiones que se han tejido se deshilvanan al romperse el hilo de unión con la otra persona y constatar la inutilidad de los sueños al sentir que ya no se es necesario para el otro. Eso, es lo triste de las separaciones: el no saber, nunca lo sabremos, que siente el otro.

Cuando las cosas están por terminar, tienes la opción de hacer una oferta para que quien se va se quede, pero, si se ve que la oferta no dejará satisfecho a quien se retira, entonces hay que dejarlo ir, porque si realmente te interesa quien se va, si realmente quieres que ese otro sea feliz,  si tu no puedes dar esa felicidad, si ya no puedes cumplir sus anhelos, si no suples sus necesidades, no puedes ser egoísta y tratar que se quede, sino dejarlo ir, para que en otro lado encuentre aquello que ya no puedes dar.

Al final, aunque somos los que levantamos nuestra mano en el adiós y nos quedamos solos en la estación, y nos sentimos más pequeños, más inútiles al sabernos innecesarios y más abandonados, debemos darnos valor pensando en que alguien no nos abandona y nos abriga con las alas invisibles de su esperanza, y el verdadero abandono seria sentir que ya no se tiene su abrigo, debemos pensar que en este andar a  ciegas por nuestro destino, venimos a este mundo solos y nos iremos solos, y probablemente recorramos el caminó, sino solos, al menos siempre sentiremos la soledad, como una compañera callada y silenciosa, siempre presente.