Entonces, cuando tropiezo, cuando comienzo a caer en este despeñadero de
sueños, en este acantilado donde rompen las olas de la esperanza, en donde van
a morir las ilusiones, en donde ya nada,
nada queda sino el pesar, la angustia desolada del vivir sin sentido, en este
quemar días, en este continuo gastar vida, en este perpetuo dejar morir las horas,
veo deslizarse el fantasma de las horas muertas, el silencio solo, solo sin más, en
este abandono de mí mismo. En este constante envejecer, ya sin ánimo, ya sin
esperanza, ya sin ilusiones. Entonces,
cuando caigo, cuando en mi desaliento manoteo, para asirme de una rama de
esperanza, entonces, vuelvo a ti, vuelvo a ti, como vuelve el barco al puerto,
como vuelve el día después de la noche, como vuelve el sol tras el invierno, así,
vuelvo a ti. Sin ánimo, sin sentido, sin
saber para que, solo vuelvo, y vuelvo
sin preguntas, sin decir nada solo vuelvo para verte, para nutrirme de
tu esperanza, de tu alegría.
Cuando estoy a tu lado, cuando al fin debiera ser feliz, cuando el sol
brilla a junto a tí, cuando la brisa de la esperanza roza mi cara y mis ojos se
levantan a otear en lontananza, y
contemplar cómo se acercan días luminosos, esos que traes cuando estás conmigo, es entonces que vuelvo a irme y me voy a mi destierro, me alejo de tu
calor y me interno en el frio invierno de mis cavilaciones y vuelven a mí las
preguntas.
Y ya solo, sintiéndome infinitamente
solo y miserable en mis contradicciones, vuelvo a sentir el cruel paso del
tiempo y de los años, y me refugio, en
un quehacer extático e inútil, me parapeto detrás de esta actividad delirante
que no me lleva a ninguna parte, me
siento como un átomo siempre girando en el mismo lugar, con la ilusión
del movimiento, y sin embargo todo estático, todo inmóvil, en el mismo sitio,
y me niego a quedarme en el pasado y
digo a la vida que siga, o que pase, que pase ya sin vivirla ya infinitamente
ocupado ya totalmente abandonado a este sin sentido.
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