domingo, febrero 08, 2009

La libertad y el cambio


Miro por la ventanilla y veo afuera el cielo teñirse de rojo, amarillo y naranja. Adentro la melodía de una vieja canción, pretérita como el lugar en que me encuentro me atenaza el alma y me angustia. A lo lejos, en lo alto del cielo, los rayos C chocan y explotan en un caleidoscopio de colores y tiñen el cielo aun más de rojo.
¿Existe el cielo azul? O me lo imaginé; las electropedias dicen que en algún lugar del universo, de donde todos provenimos, el cielo era azul; extraño color, aun para mí que vengo de donde el cielo es gris, pero, ¡Cuan grato era ese cielo!, con sus infinitas variaciones de gris y blanco.
Vuelvo a mirar por enésima vez las pantallas del refugio, y escruto sus coordenadas que muestran parte del espacio exterior visible a las ocultas antenas del planeta. Dentro de las grandes pantallas solo se ve un inmutable universo quieto e inalterable. Nada que indique si vendrán o si se habrán olvidado de venir. Y espero.
A mis doscientos ochenta años, extremadamente joven aún, presiento que luego he de morir y este convencimiento me tranquiliza; porque una de las primeras cosas que el estado tutor me inculcó, es la aceptación de la muerte como un hecho inevitable. Por otro lado, mi corta experiencia me ha demostrado que la vida no es grata, y que solo hay descanso en la muerte. ¿Entonces, a que acongojarnos?
En algún lugar de la galaxia, en un cuchitril insignificante del Gobierno Central, un burócrata intrascendente, ha dictaminado mi destino y he sido confinado en este planeta casi deshabitado. Ya van mas de tres años que llegué a este lugar, mohoso, añoso y casi derruido, y aquí estoy.
Yo, que he sido un estudiante aventajado y un filosofo revolucionario, condenado al ostracismo por mis ideas liberales en un universo que se mantiene estático, en una inmovilidad social e intelectual que data de cientos de años, solo para que el sistema no se corrompa, se mantenga y se perpetúe. Yo, que siempre me he considerado superior a los demás de mi clase. Me encuentro solo y condenado a que mis ideas no se propaguen.
En este año, de 1135 después de la Gran Hecatombe. Los hombres volvemos a estar en guerra. No con otros seres de la galaxia, sino con nosotros mismos. Enfrentados los que quieren dejar las cosas como están y los que quieren cambiarlas.
Siempre se nos ha dicho que el cambio es bueno, y que todas las cosas están en perpetuo mutar, y los que no se adaptan a esa realidad están condenados a perecer. Yo, que he sido un pensador, me inclino por el cambio, cada vez que se cambia algo el hombre avanza un poco en su perfección, por eso, las cosas deben dejar la inmovilidad y moverse. Pero, los que no quieren cambiar se oponen a esto por que cada cambio acarrea terror y penas: cada vez que la sociedad quiere cambiar se produce violencia y muerte. Y debo reconocer que en el último milenio, el hombre vivió en paz: la paz del status quo. Y durante este milenio, hemos sido gobernados por el gobierno central, el que ha tratado de mantener la igualdad, eliminado las diferencias e igualando socialmente a todos los seres humanos. Mas, yo creo que están equivocados. ¿Cómo pueden igualarme a ellos si sé que soy infinitamente superior? ¿Como quieren condenarme a esta medianía?
¿Cómo pueden ellos oponerse al cambio, si al hacerlo se opone a la naturaleza de las cosas? Me atrevo a pensar que es por un mezquino interés, que no responde a un asunto filosófico sino a uno meramente económico, porque, pese a que el estado central se ha esforzado en lograr la igualdad, y aduce que esta igualdad ha garantizado un crecimiento con equidad, lo cierto es que esta situación ha beneficiado mas a unos que a otros. Porque, los más inteligentes - y ni siquiera eso- sino los más ambiciosos, están en la punta de la pirámide social y esos puestos les han significado prebendas imposibles de ocultar.
En su afán de mantener la paz mediante la igualdad se ha logrado la más grande de las desigualdades, ya que la clase dirigente se ha alejado de los dirigidos y beneficiado de esta distancia. Ellos tienen acceso a conocimientos que ni siquiera podemos soñar. Ellos saben lo que pensamos y lo que hacemos, y nos mantienen en un constante escudriñamiento de nuestros actos, para evitar que nada de lo que hacemos altere el orden y la paz establecida. Perpetuamente vigilados, hemos hipotecado nuestras libertades en aras de la paz. Y la paz se ha tornado en el más preciado bien de la sociedad. ¡Nadie quiere repetir los infaustos acontecimientos que llevaron a La Gran Hecatombe! Pero, la pregunta que subyace es: ¿Puede la paz ser más importante que la libertad?
Yo creo que el hombre no nació para vivir en paz, la paz significa quietud, calma e inmovilidad y se opone al cambio. La paz implica el mantener de las cosas como están inmutables y quietas. La paz, para nosotros Los Liberales es un bien menor: no nos importa el sufrimiento si ese es el precio que hemos de pagar por la libertad.
Pero, ¿Libertad para qué? ¿Para hacer lo que queremos? Nunca el hombre ha hecho lo que quiere dentro del estrecho círculo de restricciones que le impone la sociedad. Y cuando ha optado por hacer lo que quiere ha tenido que pagar por su osadía.
No. No queremos la libertad de hacer lo que queremos, pero, ya que hemos renunciado a ello, al menos queremos como consuelo la libertad de pensar como queremos. Sabemos que de la diferencia de pensamientos nacen todos los conflictos sociales, y que cada conflicto trae aparejado un cambio, pero, sabemos que el hombre a través de la historia ha lidiado con ellos y sobrevivido.
Un pitido, me saca de mis disquisiciones, miro las pantallas que muestran, en la quietud del firmamento, un puntito que destella: es una nave que se acerca. Los radares del planeta en unos instantes la reconocerán. Si indican que la nave es una con placa de identificación sabré que mi final está próximo, pero, si el radar no logra identificarla, sabré que mis compañeros y discípulos vienen por mí y seré lo que más anhelo: Un hombre libre.

jueves, febrero 05, 2009

El Sistema

- Lo siento, estamos sin Sistema.

La dependienta levanto la cabeza entre azorada y confundida, me miró y con su mirada me dio a entender que el documento que estaba solicitando no me lo podría entregar, por que en algún recóndito lugar un disco duro falló o se cortó la corriente eléctrica.

Frustrado y enojado intente protestar, pero, ella adquirió un aire imperturbable. Por lo que me dije que no valía la pena rezongar.

Me retiré del mostrador y mientras caminaba me fui pensando en lo común que es esto de que el Sistema se cae. Entiéndase por “Sistema” un ente extraño y nebuloso, formado por no se qué intrincada red de computadores y programas que esta omnipresente en nuestras instituciones. Y al cual se recurre frecuentemente como antes se recurría al oráculo.

Necesita el avaluó de su casa, un sistema le se lo da, claro, previamente se debe pagar por ello. Necesita un estado financiero, otro sistema se lo entrega. Necesita un bono de atención médica, otro sistema se lo proporciona, y así, cada institución tiene “Su” Sistema.
Y el Sistema es poderoso, y caprichoso, cuando no funciona, una frenética secuencia de llamada de los usuarios a un lugar remoto comúnmente llamado “La central” se deja venir como un aluvión. Y una cola interminable de clientes cada cual mas indignado, se forma en frente a los dependientes. Cuando de nuevo, el sistema comienza a funcionar, entre aliviados y recelosos los usuarios comienzan a interactuar con El, como desconfiando de lo que el Sistema dice. Y rogando que el Sistema este bien, como si de su estado de salud dependiera el mundo.

Para los dependientes El Sistema es infalible, y si por alguna razón, alguien recibe de este una notificación equivocada, como la condición de vivo o muerto, entonces el notificado deja de vivir o es resucitado, y ¡valla que cuesta probar lo contrario! El afectado deberá pasar por una cola interminable de trámites y consultas a otros Sistemas para que al fin se determine su verdadera condición.

Sin lugar a duda, los diseñadores del sistema saben que este se comportará como un semidiós caprichoso y lo nombran así: Zeus el de SII, Hércules el de La SEC. Oracle el de Oracle. En fin.

A veces, los sistemas se contradicen, como los datos que informa el sistema de SII y de la Tesorería, entonces el pobre ciudadano victima de esta refutación pagará el mas alto precio que resultare de comparar los valores entregados por los entes en contradicción.

Desde esta condición de sistemas asilados tratando de interactuar unos con otros, como una reunión de tartamudos, se pasará a un sistema global, con lo que el sueño de los burócratas se habrá hecho realidad y de estar en manos de semidioses aislados pasaremos a las manos del sistema-dios único, que todo lo sabe y cuando esos ocurra Dios tenga piedad de nosotros.

miércoles, diciembre 17, 2008

Amor Casual

Como un azote de luz, cual
pasar de una estrella moribunda.
Brevísimo como el parpadeo.
Así es la felicidad del amor.
Dura lo que un suspiro.

Me refiero al amor que nace
y muere en un instante,
amor fugaz, amor de amante.
No contaminado de costumbre
ni adormilado por el hastío.

del que se vive por casualidad.
amor que se guarda escondido
que se confunde con lo soñado.
Amor vislumbrado o vivido,
Y ya nunca más olvidado

Que espera oculto en un rincón
oscuro del edén de lo soñado,
al que llegamos solo en los momentos
en que sin querer vagamos al pasado.

Y que ya es parte de nuestra historia
nace, muere, renace en nuestra memoria.
Amor callado, acallado y condenado
A residir en el silencio de lo no contado


Ese amor que une por unas horas
dos almas solitarias que comparten
su soledad en un anónimo hostal,
que hace que los amantes se entreguen
y al despedirse se sientan aturdidos

por la futilidad del tiempo compartido
y deja en la conciencia una mancha oscura,
que no se sabe si es pecado o ternura.
Con un amargo sabor en la partida
que se confunde con pasión o locura.


amor que hace juzgarnos pecadores,
pero, que al evocarlo, una sonrisa
aflora en nuestros labios. Y nos pone
alegres de haberlo vivido, culpables y
tristes de haberlo sentido y perdido

Amor de hola y adiós,
amor efímero, sin compromiso,
amor que nace sin esperanza,
amor condenado al recuerdo,
amor que se vuelve añoranza.

viernes, diciembre 05, 2008

El Paraíso


Alguien me pregunta:

¿Has estado en el paraíso?

Si - respondí

Y miré dentro de mí, y sin esfuerzo se vino a mi memoria tu presencia,

Si – dije y añadí - pero, solo unas horas

Y después, un incontenible deseo de llorar me nubló tu recuerdo

miércoles, noviembre 19, 2008

Una Parada en la soledad


Cuando llegué al paradero, ya eran las 11 de la mañana. El día estaba nublado y frío, y una fina y porfiada llovizna caía desde hacía horas. Sabía que el bus pasaría alrededor de las 2 de la tarde, pero el camión que me trajo iba hacia otro lado, por lo que tuve que quedarme ahí.

Tras un largo rato sentado bajo el precario toldo del paradero, me puse de pie y caminé hasta el centro de la calle. Estaba desierta, larga, sola y silenciosa. Miré con la secreta esperanza de ver a alguien, pero, dada la neblina, mis ojos solo alcanzaban a ver unas cuantas cuadras.

Al frente, el pueblo —de unas pocas casas— parecía dormido. Las viviendas, con ese típico color de la madera sin pintar, curtidas por la inclemencia del tiempo y enverdecidas por el musgo tras años de humedad, humeaban por los tubos de las estufas a leña que se usan en el sur. El agua escurría por las tejuelas y goteaba lenta y tristemente, como lágrimas.

La calle, sin asfalto; la vereda de tierra, y la berma cubierta de hierba se encontraban empapadas de rocío. El barro de la vereda le daba al pueblo un aire de desconsuelo y apatía. Solo el humo de las chimeneas indicaba que allí vivía alguien.

Aburrido por tanto abandono, miré detrás del paradero. A unos cuantos metros, en un potrero, un rebaño de vacas, absortas y meditabundas, rumiaban sus pensamientos. Me entretuve observándolas; su indiferencia parecía ignorarme por completo.

El frío me obligaba a moverme constantemente para no congelarme. La niebla se levantó un poco, y el día se aclaró levemente. Pude entonces ver los robles ya sin hojas, con gotas de agua congeladas en sus ramas, como perlas, semejantes a los cristales de una gran lámpara de salón.

La soledad del lugar me entristeció. Mi ánimo se acongojó y mi mente comenzó a divagar. Nadie salió. Ni un niño. Nadie salió a comprar, nadie salió a mirar. Las calles se veían desiertas: solo la niebla, las casas, la calle… y yo.

Más tarde, como un fantasma emergiendo de la bruma, un hombre montado en un caballo enflaquecido y añoso se acercó y pasó frente a mí sin prisa. Abrigado con una gruesa manta de lana, no me miró: agachaba la cabeza, cubierta por un enorme sombrero, como si usara su cuerpo como ariete contra la brisa húmeda. Un largo rato estuve contemplando cómo se alejaba, hasta que su figura se desdibujó en la neblina.

Y de nuevo: la soledad, el silencio. Solo las goteras que caían de los tejados cercanos emitían un monótono sonido. Ni un ave. Los árboles, quietos, como entumecidos. Las vacas, con su eterno rumiar... Y entonces, ya no supe si era el lugar el solitario o era yo el desolado… Me confundí. Y ya no era mi alma, sino el alma del pueblo entristecido, la que sentía a través de mí.

Pasó una hora. Luego dos. El tiempo pareció detenerse y los minutos se hicieron interminables. Angustiado y aterido, sumido en mis pensamientos, me pareció haber estado ahí en otro tiempo. Sentí que era parte del paisaje del pueblo, como si hubiese estado allí por siempre…

De pronto, a lo lejos, se escuchó el ruido de un motor: era el autobús, que —como siempre— llegaba con retraso. Se detuvo. De un salto subí y, ya acomodado en mi asiento, miré por la ventana. Mi ánimo se levantó. Y, de pronto, cual gigantesco espejo, a lo lejos, por sobre las copas de los árboles, comenzaron a aparecer las tranquilas aguas del Llanquihue. Más allá se vislumbraban las casas de Puerto Varas. Miré hacia atrás: el poblado ya no se veía. Y toda la soledad… se quedó atrás.


viernes, octubre 24, 2008

Una tarde de familia


Es bueno estar en familia. Sin lugar a dudas, es bueno saber que se tiene alguien cerca que te puede ayudar o consolar, es bueno conversar, solo eso.
Ayer reflexionaba sobre este tema, mientras estaba con mis hijos, (mi mujer no se encontraba) y me dije que soy afortunado, me siento a gusto con mis hijos, ya todos jóvenes profesionales, y me digo que esto es el pago de la vida a tanto esfuerzo. Momentos, solo eso, instantes que se quedan en la retina, que se escriben en el libro de la memoria. Y me dije que soy un hombre con suerte, ya que puedo sentarme a conversar con mis hijos y estos no se sienten coludidos, culpables ni agradecidos, sino que son tal cuales son.
Y eso es lo que quiero, personas libres que estén conmigo porque quieren estar, sin culpas, sin presiones y charlar no importa de qué, solo la charla por la charla, de vez en cuando tocar un tema personal, pero sin invadir los espacios.

Un Instante


En un lugar del pasado,
Perdido fatalmente en
lo vivido o lo soñado,
debe haber un deseado
instante feliz y no olvidado

al que volver quisieras
y aunque pudieras
no lo harías,
ya que aferrado al presente
caminas indolente y sin mirar
atrás, crees que eternamente
se perderá el momento
en que la felicidad
estuvo presente

y si lo vislumbraras,
si estuviera a tu alcance,
no volverías a perderte
en ese instante
Urgido por la necesidad de llevar el pan a la mesa, he estado alejado de este blog, y, además, he atravesado por un periodo de aridez intelectual, p0r lo que no ha germinado ni una idea en mi cabeza. Pero, hoy he decidido publicar viejos escritos y aquí los dejo...

viernes, agosto 15, 2008

La partícula de Dios


¿Que hace que las partículas de los átomos se mantengan unidas y no se disgreguen?
Los físicos nos responden que es La Partícula de Dios o el boson de Higgs el elemento que los sujeta y aglutina Y al mismo tiempo nos dicen que nadie ha visto jamás un Higgs, mas, está ahí, escondido, pero, presente. Y lo están buscando; los físicos del mundo, como una jauría, están tratando de darle caza.

Me he enterado, que los físicos del CERN, han creado un gigantesco Colisionador de Hadrones y han decidido realizar un experimento que les permitirá ver la partícula primigenia: En su constante búsqueda de una explicación del origen del universo, estos prometeos de la ciencia tratan de robar a Dios sus secretos y para ello no trepidan en hacer atómicas colisiones.

Los átomos disparados unos contra otro, a la velocidad de la luz colisionan y se desintegran y en su muerte liberan enorme energía. La desintegración transforma las partículas, las fracciona y en seguida sus fragmentos se condensan y aglutinan dando origen a otras partículas nuevas y desconocidas.

En una explosión colosal se intentará reproducir el momento del inicio del universo; será un Big Bang de maqueta. Los científicos producirán una gran colisión de partículas y del resultado de esta esperan que, en un brevísimo instante, breve como la nada, unos cuantos Higgs, bailoteen frente a los ojos curiosos de cientos de físicos.

Para nosotros, humildes mortales, que vivimos alejados de estas cuestiones y a quienes nos cuesta comprender la Teoría de la Relatividad y que menos entendemos la Teoría de Las Cuerdas. Este experimento nos parece más arriesgado que práctico. Porque ¿Qué pasaría si durante la colisión la materia se vuelve exótica, y se crea un hoyo negro que sea estable aunque sea por unos nanosegundos? Caeríamos en la boca de un insaciable glotón que engulle materia y veríamos, en un cerrar de ojos, como una parte del planeta es engullido por este.

O, puede generarse otro tipo de partículas que aun no conocemos, similar a la materia oscura, que viaje traspasando las paredes del Gran Acelerador de Hadrones y la corteza de la tierra, exponiendo a la radiación desconocida a todos en el planeta.

O, puede generarse partículas de antimateria, que al unirse con a la materia causaría la destrucción de las mismas, en una suma cero, liberando en el proceso una gran energía y provocando una explosión gigantesca.

O, más probable, no pase nada, y de suceder algo, los daños lo sufrirá el Colisionador y los que, ese en ese momento, estén participando del experimento. O simplemente, como viene ocurriendo en la física, este tipo de experimentos solo demuestren que las teorías estaban equivocadas y la realidad se ría en la cara de estos genios y los suma más en dudas que en certezas, y todo el esfuerzo sea solo para ver que ahora hay más preguntas y más preguntas

Un alma perdida

Hoy, mientras volvía a casa, me encontré un alma, era un alma perdida; alguien, algún despistado la había olvidado o tal vez abandonado. Yo me considero un tipo desafortunado cuando se trata de encontrar algo, es más: nunca me había encontrado algo. Ni una moneda, ni un maletín, ni nada. Por lo que al ver el alma, desconfiado, miré para todos lados, para cerciórame de que alguien no estuviere mirando, luego, con recelo, me acerqué a examinarla. Era un alma pura. Aunque desgastada por los ajetreos de la vida; dado el paupérrimo aspecto, quien la perdió, me dije, ha de haber sido un pensador, o un filósofo o, tal vez, un poeta.
Largo rato estuve cavilando y dudando entre tomarla o dejarla para que otro se la llevase, pero, por alguna razón, la calle donde me encontraba estaba desierta y los poquísimos transeúntes pasaban por la vereda de enfrente. En eso estaba, cuando el alma pareció hacerme gestos que demostraban un interés en agradarme. Al igual que un perro que nos mueve la cola y hace piruetas para encantar.

Tanta fueron sus muestras de cordialidad y simpatía que decidí quedármela, aunque unos minutos después me acometió el pánico y me imagine encontrarme con el dueño del alma y recibiendo de este duras recriminaciones por haber tomado su esencia. Y una infinitud de preguntas se me vinieron a la cabeza. ¿Y si el dueño del alma la hubiera perdido involuntariamente, y estuviera desesperado por recobrarla? ¿Y si, lo que es peor, la dejó ahí solo mientras hacía unas diligencias? Y luego me vinieron otras interrogantes ¿Qué haré con esta alma? ¿Para qué me quedo con ella? ¿Me servirá? ¿Será esta alma mejor que la que yo tengo? Y mientras pensaba que hacer con el alma, me fui alejando del lugar, alegre por haber encontrado algo, aunque solo fuera un alma perdida.
Y mientras me alejaba, alegre con mi encuentro, me llego una interrogante ¿Si las almas solo pertenecen a Dios, puede Dios olvidarlas?
Y si fuese así, si el alma fuese un alma olvidada por Dios. ¿No sería este el mayor de los abandonos? ¿No sería un alma sin esperanza ya eternamente perdida? Por eso, para mitigar su abandono, decidí quedármela, mañana veré que haré con ella.