sábado, octubre 21, 2006

Viajeros


Mientras miro con aire somnoliento, el ir y venir de la gente en el aeropuerto, veo las delgadas azafatas presurosas, preocupadas. Se ve el pasajero que ya ha recorrido miles de kilómetros; chancero, despreocupado; el novato con aire tímido. La señora despistada por la cual se atrasa el avión. En esta fauna humana, nadie parece conversar, a nadie parece importarle nadie. Cada uno vive en su metro cuadrado, ensimismados en sus asuntos.

Mientras miro, noto que es la moda cargar con sus computadoras portátiles. Unos la pasean bajo el hombro, otros en carro y otros se entretienen con ellas. Haciendo nada importante, solo matan el tiempo. En el fondo, acarrean estos artefactos miles de kilómetros solamente para dar la sensación de importancia.

Los hombres, no importa su edad, lucen blujeans, los que, al parecer, son la tenida de combate de todos los viajeros, al menos en este aeropuerto. Estoy en Calama. El polvo del desierto ensucia sus zapatos, los que son de seguridad; lo que me hace pensar que la mayoría de ellos viene de haber visitado algún mineral.

Creo que el norte esta bullente. El dinero del cobre atrae a vendedores, ingenieros, comerciantes etc. Se les puede reconocer fácilmente. El ejecutivo, que no descuida su rol, viste de traje gris. Al igual que el vendedor. Los ingenieros, técnicos, y obreros: blujeans.

Todos son hombres silenciosos, los que hablan parecen compartir algún secreto, la mayoría se pasea y mira y calla. La mayoría anda solo, o de a dos, rara vez se ve un grupo.

Al parecer nada es importante, solamente importa llegar donde de se va. Aquí, entre esta gente, el destino es importante. No importa lo demás. Solo importa que el tiempo pase para abordar. Dicen que el chileno es conversador y amistoso. Aquí parece que no es verdad.

Alguien se acerca y se sienta a mi lado. Me da la espalda.

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