sábado, octubre 06, 2012

LA VOLUNTAD DE DIOS Y NUESTRO DESTINO




De las cualidades de Dios, (Sólo las que se pueden atribuir a él y no a los hombres), la que tiene mayor importancia para los hombres es la inmutabilidad. O sea, Dios es como es y será como es: siempre igual.

Para los hombres la inmutabilidad de dios es un atributo que se ha analizado poco, siempre se proclaman otras  de sus características, pero, no esta.  Y es que esta cualidad es la que tiene mayor importancia para nuestra relación con dios. Ya que todas las oraciones, todas  las penitencias, ruegos y plegarias hechas por los hombres y elevadas a Dios tienen solo un objetivo: cambiar su voluntad para que de alguna u otra forma el destino juegue a nuestro favor y nos proteja de los cambiantes avatares de la vida, o nos libere de la prisión de nuestras circunstancias.

Pero, si dios en inmutable, entonces, todas nuestras oraciones no tienen sentidos, ya que no cambiaran la voluntad de dios. Porque esta es inmutable, por lo tanto nunca cambiará.
La inmutabilidad de Dios tiene el mismo efecto de un Dios neutro, omnipresente, pero de efecto neutro. Dios no tomara partido para modificar nuestro presente ni nuestro futuro, ya que esto indicaría que dios es un dios cambiante.

Imaginemos que hay un problema con el clima, los agricultores quieren que llueva, pero, los que tiene un concierto al aire libre quieren que la noche sea clara y cálida, ¿A quien protege Dios?
O cuando un zorro persigue a un conejo ¿por quien toma partido Dios? ¿Por el conejo que quiere vivir o por el zorro que para vivir necesita matar al  conejo?

Esta neutralidad de dios  es la que nos afecta, y nos aterra, tiene una consecuencia dolorosa: nos deja sin esperanza, ya abandonados a los avatares del destino, eternamente condenados a  acatar sus designios, o rebelarnos, en una rebelión inútil. Porque al final, todas nuestras luchas y esfuerzos se estrellan con  o son parte de nuestro hado.

Si asumimos que dios no intervendrá para romper los barrotes   de  las  circunstancias  que nos apresan; no soltará el anillo  de la realidad que nos estrecha, entonces estamos solos, abandonados en esta aridez, perdidos en la noche, ateridos frente a nuestro sino. Puede que dios haya trazado nuestro destino y este sea inmutable, porque dios no lo cambiará. En tal caso, cabe esperar que dios haya sido benigno y nos haya trazado un destino llevadero o  en lo posible feliz. De lo contrario estaremos en las manos del destino, este soberano implacable que rige la vida de  los hombres, ya eternamente abandonados a sus caprichos.

Y si nos rebelamos, y queremos ser dueños de nuestro destino y queramos que este  dependa de lo que hagamos o dejemos de hacer, entonces tendremos solo la ilusión de libertad y libre albedrio, por que al final, ya lo dijimos, lo que hagamos  o dejemos de hacer no es más que parte de lo que debió ser y el destino hará un burla cruel, una mofa despiadada de todo nuestros esfuerzos. Por lo que al final el destino se impone a nuestra voluntad.

Si asumimos que nuestro destino no depende de la voluntad de dios, ni de lo que hagamos, sino que de esa fuerza misteriosa que es el destino, entonces podemos pensar que nuestra vida no es de nuestra responsabilidad, sino que o estaba trazada o esta siendo moldada día a día por el destino. En tal caso.  No seremos responsables de lo que hagamos o dejemos de hacer...  o de lo contrario....... en fin, otro dia, cuando ya esté en paz con Dios, retomaré el tema y quizá tenga otra perspectiva.

















 

lunes, julio 30, 2012

El negocio de Enersis



Endesa España, necesita dinero fresco para pagar las deudas de su controladora Enel. Endeudada hasta el cogote. Y que mejor que obligar a los cotizantes chilenos que le aporten el dinero faltante, sin pagar un peso. Para ello hace un aumento de capital en Enersis, donde ella es la controladora principal y  el aporte consiste en activos  que  Endesa  posee en Latinoamérica, todos estos activos sobrevalorados, el dinero fresco lo ponen los accionistas minoritarios, o sea, las AFP.

 El negocio es por partida doble, porque  los activos de Endesa  son traspasados a Enersis.  Donde Endesa es el propietario o sea, saca el dinero de un bolsillo y lo pone en el otro, pero, aquí el verdadero negocio, los minoritarios tiene que poner plata fresca contante y sonante,

¿Que consigue Endesa con esto?
1 consigue plata fresca sin pagar intereses. Y pagar sus deudas. Ya que no tienen nuevos proyectos en chile o en latinoamerica. Donde invertir lo recaudado por el aumento de capital.
2 Aumenta su capital en Enresis sin perder el control sobre los activos que mantiene en  el  resto de Latinoamérica. Y
3 Los activos que valen 1 peso los vende a 2.
4 Si los minoritarios no compran y se retiran se quedan con Enersis sin mover un dedo, ya que su participación aumenta automáticamente.
¿Qué tal?  ¡Negocio redondo¡
 Quien pierde.

Las AFP que ahora no pueden vender porque la Acción de Endesa vale Hongo.
Por lo que si venden sus acciones y se retiran pierden plata, si se quedan, compran chatarra a precio de auto nuevo.

Lo peor es que la plata no es de las AFP sino de los Trabajadores chilenos, los que tendrán una perdida  que dejará pálida a la perdida de la polar.
Resumen.

Ya no conformes con lo que le hicieron a los trabajadores españoles estos ladrones quieren hacerlo en chile
 Si lo hacen es hora de nacionalizar Endesa al igual que se hizo con Repsol en argentina.( Allá lo nacionalizaron por mucho menos). No se puede permitir tamaño robo. ¿Donde están los que protestan por todo, rompen semáforos, lloran por los indígenas?.¿  porque no salen a la cale a evitar este asalto?

Si su AFP es de las que tiene Acciones de Endesa, cámbiese ahora, ya que lo lamentara después. Es seguro que estas AFP van A perder plata, ya lo están  haciendo ahora.

jueves, marzo 22, 2012

Cuando una relación termina


Hoy, alguien me dijo: no va más, debo seguir mi camino, el que no es el mismo tuyo, debo ser yo mismo alejado de ti, y mientras me lo decían sentí que una leve e incómoda sensación me recorría. Y pensé: todo lo que se inicia tiene un final. Es inevitable, nada es para siempre, ni la hierba es perenne, nada es cierto, sino que todo acaba, todo lo borra el tiempo, al final el maldito nos borrará a nosotros también.
En las relaciones personales, nada es eterno, ni la amistad, ni el amor, ni el odio, o la indiferencia, todo acaba, todo tiene un final, 

Lo triste, es esa sensación de abandono o inutilidad que nos embarga cuando alguien se va, y quedamos como  alguien  en la estación, solo, con su mano levantada en el adiós y el alma angustiada,  es una sensación que nos indica lo incapaces que somos para retener algunas cosas, o quizá sea que las cosas son como debieran, el hecho es que cada alejamiento nos hace sentirnos un poquito desgraciados, y un poco más solos, con esa sensación incomoda que da el hecho de sentir que ya no se tiene el imaginario sustento que daba ese que se va. Porque en todas las relaciones humanas, ya sean de amistad, de amor o de negocios, el hecho de tener a alguien junto a ti, hace que te sientas un poco más seguro y un poco acompañado. Por un tiempo sientes que es bueno transitar el mismo camino con alguien  que quiere o está obligado a compartirlo contigo.

Las relaciones entre las personas son complejas, nada es fácil, ¿que hace a uno estar al lado de otro?, es nuestra necesidad de complementación, es el hecho de sentir que esa otra persona tiene lo que a ti te falta, y quieres que comparta contigo. Al final, no es amor, no es amistad lo que mantiene a dos personas juntas, sino la conveniencia. Y cuando se considera que ya no es conveniente, cuando sientes que la relación ya no aporta lo que buscas, o ya el otro no te entrega lo que quieres, porque ya lo tienes o crees tenerlo en otro lugar o tienes la esperanza de encontrarlo. Entonces ha llegado la hora de apartarse, de romper los lazos y seguir tu propio camino. 

Por otro lado, como la relación es entre dos, no se considera en nuestra decisión los intereses del otro, quizá quien se queda halla tejido ilusiones con  el  hilo invisible de la relación,  y no sabemos que sentirá al  saber que todas las ilusiones que se han tejido se deshilvanan al romperse el hilo de unión con la otra persona y constatar la inutilidad de los sueños al sentir que ya no se es necesario para el otro. Eso, es lo triste de las separaciones: el no saber, nunca lo sabremos, que siente el otro.

Cuando las cosas están por terminar, tienes la opción de hacer una oferta para que quien se va se quede, pero, si se ve que la oferta no dejará satisfecho a quien se retira, entonces hay que dejarlo ir, porque si realmente te interesa quien se va, si realmente quieres que ese otro sea feliz,  si tu no puedes dar esa felicidad, si ya no puedes cumplir sus anhelos, si no suples sus necesidades, no puedes ser egoísta y tratar que se quede, sino dejarlo ir, para que en otro lado encuentre aquello que ya no puedes dar.

Al final, aunque somos los que levantamos nuestra mano en el adiós y nos quedamos solos en la estación, y nos sentimos más pequeños, más inútiles al sabernos innecesarios y más abandonados, debemos darnos valor pensando en que alguien no nos abandona y nos abriga con las alas invisibles de su esperanza, y el verdadero abandono seria sentir que ya no se tiene su abrigo, debemos pensar que en este andar a  ciegas por nuestro destino, venimos a este mundo solos y nos iremos solos, y probablemente recorramos el caminó, sino solos, al menos siempre sentiremos la soledad, como una compañera callada y silenciosa, siempre presente.

lunes, enero 02, 2012

Un Adios


Su pelo negro dejó pasar la luz del farol que nos iluminaba, y pude ver su rostro demacrado y triste, sus ojos, humedecidos por la emoción, pugnaban por contener las lágrimas, me miró como queriendo hablarme desde el fondo de ellos y me pareció que esos ojos atribulados eran la entrada a su alma acongojada. Por un instante brevísimo atisbé en lo profundo de su mirar, pero, acobardado desvié la vista.

Hace rato que estamos discutiendo, y no sabemos cómo terminar esto sin salir dañados del conflicto, le estoy comunicando que me voy a ausentar por un tiempo, la verdad es que es así, pero, en el fondo le estoy diciendo adiós. Quiero despedirme, dándole al menos la esperanza de que volveré por ella. Pero, con la intuición que tienen las mujeres, ya ha adivinado mis intenciones. De algún modo, presiento que ella me quiere y está sufriendo por la situación, Y esa certeza me hace ser inclemente.

Luego, ya llorando ella me ruega que me quede, toma mi mano y me dice que me ama, me abraza y me besa, pero, yo siento en mi boca el sabor desagradable que deja el llanto. Y la aparto suavemente, ella nota mi rechazo y se siente vencida; tan grande es su dolor que temo se desmalle. Yo quiero dejarla e irme, pero, algo me mantiene pegado a ella y no me deja abandonarla. Un lapso largo estamos en silencio, luego ella, pálida y entristecida respira y contiene sus sollozos y me mira.

En estos meses de convivencia, adivino que lentamente, me he ido siendo imprescindible para ella, al punto de ser esencial, y ya soy parte de su vida y que sin mí tambalea. Sus sueños, tejidos con los hilos de mis promesas, se deshilachan con mi alejamiento, todo el andamiaje de ilusiones que se ha forjado, cae como si un viento atroz lo sacudiera y eso la tiene al borde del abismo.

¿Ya no volverás, verdad? -Me dice.

Quiero decirle que ya no volveré, sin embargo, le miento:

Sabes que te quiero- le digo.

Pero, ella que siempre me ha parecido tan diferente a mí por su pragmatismo me responde, con un dejo de ironía.

Nunca he estado segura de ello- y prosigue- yo si te quiero, me hubiera gustado que te quedaras, sabes que mis sueños son hacer mi vida junto a ti, juntos los dos, yo te hubiera cuidado, te esperaría cada tarde al llegar a casa, te hubiera dado hijos; porque yo no he buscado ninguna aventura contigo, y levantó la voz como si sintiera que hubiera cometido algún pecado: eso tú lo sabes y no pienses lo contrario. y de nuestra relación me queda algo tuyo, algo que durara más. Algo que es completamente tuyo y mío…algo nuestro. Algo que nos unirá de por vida… un lazo invisible…. Imborrable… Un profundo suspiro cortó el hilo de su discurso -de todos modos -y prosiguió- yo me quedo y tú te vas, pero, siempre estarás conmigo, yo te llevaré siempre, vivirás en mi y lo lamentable es que así será. y enmudeció.

Yo, no entendí lo que me dijo, porque miré a lo lejos en la solitaria calle en que nos encontrábamos. El frio del sur, y una leve neblina empapaban el ambiente de soledad, el farol tenue, la sombra de las casas, y los escasos automóviles que se desplazaban apurados echaron a volar mi imaginación y me distraje, y por un momento ya no estaba ahí. Habiame sumido en mis cavilaciones y conflictos, Hasta que ella, irritada con mi actitud protestó vehemente.
Volví a mirar su pálido rostro, y comprendí que sus lágrimas terminarían por quebrar mi voluntad, por un momento estuve tentado de tomar su cara entre mis manos y consolarla, mas, no lo hice.

Después, ya resuelto le dije un apurado adiós, y me fui. No miré atrás, su figura desamparada en la puerta de su casa, como una aparición entristecida, su pelo revuelto por el puelche, su actitud de infinito abandono aun aparece en mi memoria. En el camino, me sentí cada vez más pequeño y más culpable, acobardado, pugnando por no llorar, me sentí extrañamente abatido.

Más tarde, al pasar los años, y por esas cosas del destino, la volví a ver y casi no la reconocí, era otra mujer, más cansada, más madura, más adusta, amargada por una vida de sufrimientos y privaciones, pero no vencida; la miré y en su mirada no vi rencor; me miró como una reina mira a un plebeyo. En su mirada, antes suplicante había indiferencia, pero, no desprecio.

Y me acordé de su discurso postrero, y al fin comprendí lo que me quiso decir, y nunca, en estos años me había dicho ni tampoco lo intuí. Solo lo supe por qué nuestra hija quería conocer a su padre a los 15 años.

Cuando le reproché el hecho de no habermelo contado, me contestó:

Esa es mi revancha, yo no te tuve, pero tú no tienes a tu hija, y ya nunca será completamente tuya, solo serás su padre, pero, no te querrá, ese será tu castigo.

Y entonces, ahora que ya no soy el mismo de antes, ahora que ya no tengo la soberbia de la juventud sino que el paso de los años han ablandado mi espíritu sentí lastima por ella, y por la niña, por sus años de privaciones y luchas, por su soledad, por su cansancio. Ella, como siempre, adivino mi pensamiento y, henchida de orgullo me dijo:

Si, la crie sola, sin ti… no te necesitamos.

Yo, que ya no siento amor por ella, permanecí impasible, pero, por un momento, sentí rabia, por lo sucedido, enojado con ella y conmigo, luego pensé, siempre fiel a mi filosofía, que lo hecho, hecho está y que nada de lo que haga, piense o sienta puede cambiar el pasado.

Ella sólo guardó silencio y se marchó, la vi alejarse y ya no nos hemos vuelto a ver.

Una Noche de Miedo


El bus, atestado de gente. Se encontraba retrasado, yo impedido de subir miraba impotente las espaldas de las personas que colgaban de la pisadera. Era ese un día de septiembre cerca de fiestas patrias. Y como todos los viernes después de clases me dirigía de vuelta a casa. Venia yo de Temuco y me encontraba en el precario terminal de Victoria. Desde ahí debía viajar a casa la que se encontraba a unos 22 km.

El bus, el único que hacia el recorrido victoria-San Gregorio y pasaba frente a mi casa, repleto, comenzó a hacer abandono del terminal y yo, resignado miraba como se alejaba. Tenía yo que irme o quedarme en el terminal y sin alternativa opte por hacer el camino a pie. Era ya cerca de las 6 de la tarde. El día era unos de los primeros de la primavera por lo que había sido soleado, pero frio. Afortunadamente, no llovía.

En una hora de marcha ya estaba tomando el camino que va desde Inspector Fernández hasta San Gregorio. Es este un camino de piedra. Y en uno de sus costados tenia una pista para carretas, aun la tiene; aunque se encuentra cubierta de vegetación. Ya se estaba oscureciendo.

Después de dejar atrás las casas de la estación de Inspector Fernández y sabiendo que me restaban 16 km. Apuré el paso rogando a Dios que pasase algún vehículo que me llevase, y así evitarme la larga caminata.

De pronto, en una de las estacas del cerco que encierra la calle, unos 30 metros más adelante, escuché el canto de una Becacina. Al principio no le di importancia, cuando llegue cerca del pájaro, este voló y se posó unos metros mas adelante y volvió a emitir su monótono.---po-ro-to-po-ro-to- . De nuevo, al acercarme, volvió a alejarse y a posarse a la misma distancia. Y así, por unos 2 Km. La noche se hizo oscura y mientras esperaba que apareciera la luna seguí mi camino en compañía del pájaro.

En la soledad de la noche, la oscuridad deforma las siluetas de los arboles, las rocas y todo lo que se pude ver, las que van tomando distintas formas: las que la imaginación sugiera. Y así, me fui imaginando cosas. Y las largas noches escuchando cuentos de mi abuelo comenzaron a despertar mi imaginación. A sugerirme formas pavorosa. Unos kilómetros más adelante, quizás producto de la monotonía del grito del pájaro que se negaba a abandonarme o de mi propia fantasía. Comenzó a darme miedo. Confieso que no soy muy valiente, pero, estaba acostumbrado a caminar en la oscuridad del campo. Mas, al mismo tiempo, las escalofriantes historias escuchadas en las largas tertulias alrededor del fogón habían permeado mi espíritu y azuzado mi imaginación, por lo que mi ánimo comenzó a decaer.

Por eso, al llegar al Monte de Los Tiuques, un bosque que se encuentra a unos 10 Km de distancia de mi casa, ya el miedo se había apoderado de mí. El maldito pájaro parecía reírse. El sonido de su grito me calaba el ánimo. Me entristecía. Y las sombras de los arbusto movidos por la briza de la noche se me atojaban figuras horrendas. Un poco descontrolado y sabiendo que debía pasar por el medio del bosque, del cual se contaban siniestras historias. Me detuve y me debatí en la indecisión de cruzarlo o volver. El pájaro cantó y su canto me pareció una carcajada siniestra.

Estaba en eso cuando veo las luces de un vehículo. Mi corazón se aceleró con la esperanza de que fuera alguien conocido y me llevase. Luego llego a mí el sonido del motor y pronto el vehículo estuvo a mi lado. Le hice señas para que me llevara y para mi suerte, el móvil se detuvo y una voz me invitó a subir.
Una vez en el vehículo, y ya alejado del aciago pájaro, agradecido de que me liberara de tan molesto acompañante le conté mi historia al conductor. El conductor pareció sonreír, adujo que mis temores se debían a mi imaginación, cosa que encontré razonable. Luego dijo que existían terrores mayores. Yo no le entendí y guarde silencio.

En la noche, el auto se deslizaba silencioso. Los arboles desfilaban en la ventanilla, los hoyos del camino se oponían a su avance. En el interior, la penumbra me impedía ver el rostro del chofer. La voz profunda del hombre que conducía me causó cierta inquietud.
Después, transcurridos unos minutos recorrimos varios kilómetros hasta que llegamos a una bifurcación del camino.

Aquí lo dejo mi amigo-- me dijo.

A menos de un kilometro de mi casa. Le di las gracias. Me bajé. Camine unos metros. Escuche el acelerar del motor y me volví a mirar.

Por extraño que parezca, ya no estaba el automóvil. Mire por el camino donde debiera estar y no vi nada, ni sus luces, ningún ruido, solo el murmullo de los arboles mecidos por la briza.

Asombrado, sin entender lo que paso, envuelto en la oscuridad, un escalofrío recorrió mi espalda, subió por mi cuello y me erizo los pelos, apuré el paso y despavorido corrí hacia mi casa.