domingo, febrero 17, 2008

Encuentro Conmigo




Hoy me cruce en el camino conmigo mismo y no me reconocí. Iba como todos los días, ensimismado en mis pensamientos, absorto en mis abstracciones, cuando al igual que el día anterior, me topé conmigo. Confieso que este cruce es habitual, casi siempre en la misma esquina, he llegado a pensar que debo tener un horario parecido al mío, porque siempre, a la misma hora y en el mismo lugar, me encuentro.


Declaro que normalmente no miro a la gente al pasar, costumbre que mi mujer reprocha, ya que en muchas ocasiones me he encontrado con ella en la calle y ni siquiera la saludo; tan absorto voy en mis elucubraciones que no miro al pasar y no se crea que soy un engreído; aunque la gente que no me conoce muy bien cree que es así. Pero ¡Cuán equivocadas están! No, nada más alejado de ello que mi actitud. Ya que me considero una persona modesta y atenta con los demás.


Generalmente cruzo conmigo una mirada leve, corta y una inclinación de cabeza, eso es suficiente para mí. Me digo que es bueno que me reconozca y es bueno ser reconocido. Y como el encuentro es temprano en la mañana, eso alegra mi día. Pero, hoy, pasé de largo y sin mirarme (y eso que hoy casi choqué conmigo y tuve que hacerme ligeramente a un lado) y esa actitud de mi me extraño, me detuve y voltee la cabeza con la secreta esperanza de que me reconocería y me daría vuelta para saludarme, pero no fue así y contemplé mi espalda al alejarme. Me vi alejarme de mí con paso rápido, y mi cabeza levantada, más erguida que de costumbre (normalmente miro el piso cuando camino) me pareció ver en mi actitud un gesto despectivo para conmigo. Largo rato estuve contemplándome hasta que doblé la esquina y ya no pude verme.


Entonces Me hice un sin fin de preguntas. ¿En que iría pensando que no me reconocí? ¿Me estaré olvidando de mi o ya no me intereso en mi? ¿Tanto habré cambiado que ya no me reconozco? ¿o simplemente ya no quiero reconocerme? Estas interrogantes me hicieron poner triste y me comencé a sentir desamparado. Al igual que el hombre que se encuentra con un viejo amigo y éste ni siquiera lo saluda, o como el niño que se encuentra con su madre y esta no lo levanta en brazos, así me comencé a sentir. Pero, después me dije. No, lo que pasó es sólo circunstancial, probablemente mañana cuando me cruce conmigo nuevamente seré mas efusivo, es probable que hasta me detenga y me pida escusas, y es probable que hasta converse conmigo por unos minutos. Esta eventualidad me lleno de euforia. Mas, unos segundos después me asalto la duda. ¿y si ya no quisiera verme de nuevo, y si ya no me vuelvo a cruzar conmigo nunca más, y si decido cambiar de rumbo solo para no verme?


Me entretuve entre la posibilidad de salir tras de mí o dejarme ir, finalmente opté por quedarme donde estaba, y fui cruel conmigo, me dije que si quería huir de mi ese es mi problema no el mío. Si ya no me quiero ver, probablemente debido mis culpas o mis fracasos ese no es mi problema, yo estaré aquí, sin cambios, inalterable como una estatua que se queda siempre inmóvil, siempre fría, contemplando el paisaje o mirando sin mirar, Pero, sin huir; considero una cobardía huir de mi, mas aun si yo no me he hecho nada malo, y es más, me gustaba encontrarme conmigo cada mañana. Por eso, ese gesto que quise adivinar en mi actitud, considero que no viene al caso y contemplé un rato la calle, como queriendo comprender algo, como el hombre que contempla como se aleja un amor, y luego, sin remordimiento me mande al diablo a mí mismo y seguí mi camino.

1 comentario:

  1. Cuando estamos confundidos o no
    queremos aceptarlos cambios nos
    desconocemos,para no enfrentarnos
    con nuestra verdad.
    Tus escritos reflejan esa necesidad
    SER,no tengas miedo, a veces es
    importante desconocerse, para luego
    saber quién eres y que es lo que quieres....
    Un abrazo.

    ResponderBorrar