El hombre estaba cansado, fatigado por sus largas jornadas, y miró al cielo y pidió descanso.La mujer estaba sola, desamparada como una paloma perdida, y miró al cielo y pidió compañía.
Y en el cielo dijeron: Este hombre trabaja demasiado, démosle descanso.Y otros dijeron: esta mujer está muy sola, démosle compañía.
Entonces Dios dijo: Por Un día y sólo un día; Demos al hombre una mujer que lo haga descansar y demos a la mujer un hombre que la haga sentir protegida.
Y en el cielo todos asintieron complacidos.
Y una mañana, de un claro diciembre, el hombre y la mujer cruzaron su camino, y Dios les dio un día soleado y mar en calma. Y ordenó al Amor que les arrullara. Y el hombre, a orillas del mar, descansó en los brazos de la mujer y la mujer acurrucada en los brazos del hombre por fin se sintió protegida y dejó de estar sola. Y al medio día el hombre y la mujer estaban felices.
Y en el cielo todos se regocijaron.
En la tarde, cuando el día comenzó a morir. Y el sol tiño de rojo, de naranja y de amarillo las aguas del mar. El hombre soltó de sus brazos a la mujer y ella soltó su mano de la del hombre.Y el hombre se miró en los claros ojos de la mujer y dio las gracias. Y la mujer se reflejó en la mirada del hombre y agradeció. Y, ante la inevitable separación, ambos quisieron permanecer juntos…
Pero, el amo del tiempo apuró su reloj. Y cuando la noche llegó, el hombre y la mujer, sintiendo una enorme desazón, mirando hacia atrás; se alejaron, y cuando las estrellas temblorosas poblaron con su tristeza el negro cielo, vieron que el hombre y la mujer lloraron.
Y entonces en el cielo todos guardaron silencio
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